miércoles, 30 de julio de 2008

Aquí una Llebre

Hace un par de años no quería saber nada sobre esto de correr. Me parecía algo aburrido, monótono y nada atrayente. Pero hoy por hoy creo que los momentos que más estoy disfrutando son los que me convierto en la Llebre de Les Senilleres.

No sé exactamente como empecé con esto. Supongo que hay veces que necesitas que alguien o algo te rescate de una depresión, de una situación que te agobia o del simple aburrimiento. Y te aferras a lo primero que se cruza por delante.

Así, lo primero que se me puso por delante fueron un Cabronet y un Sarvatxo. Y cuando me llevaron a correr por esas cortas e intensas sendas de montaña, creí estar dando saltos, igual que una liebre se mueve por esos lugares.
Me sentí genial pisando y pasando por tierra, piedras, arcillas o raices de algún arbol o arbusto. Cuando regresé a casa, deseé que aquello no hubiera terminado y las fuerzas me hubieran acompañado durante más tiempo.

Con el tiempo llegaron las primeras carreras populares y de montaña. Y me ví corriendo, subiendo, bajando, sufriendo, disfrutando, riendo y por poco llorando. Por bonitas calles, y otras bastante menos. Por increíbles sendas y por temibles subidas y bajadas de piedra. Corriendo entre multitudes y también solo por el bosque mediterráneo.

Y poco a poco, vas descubriendo que hay algo que te atrae de esto y no estás solo. Porque sueles ver muchas caras que te son familiares con el tiempo. Te los vas encontrando en todos los pueblecillos donde hay una carrera y te alegra saber que ahí están.

Este mundillo es como una fiesta o un circo itinerante que cada fin de semana se traslada. Y allí acuden puntuales los elefantes, los domadores, los leones, los trapecistas y los payasos.

Con todo esto y la idea de salir a devorar distancias con la unica ayuda de unas zapatillas, nació Les Senilleres y la Llebre, que es quien escribe estas líneas.