jueves, 30 de julio de 2009

Dos días en Sierra Nevada ( Parte I )

La Llebre venía necesitando de una escapadita, para tener algún relato que contar. A ver si os gusta este que traigo calentito.

Viernes noche, el silencio es el gran protagonista en un parking de caravanas a 2 mil metros de altitud. Los senilleros más montañeros allí nos disponemos a hacer noche, después de una extraña cena con pizzas con atún y chorizos al fuego.

Otra noche más, el Senimóbil será nuestra habitación.



Me meto en el saco y con la fricción y la oscuridad, saltan como chispas de electricidad estática. Menuda fiesta. Además descubro que al compartir espacio con otros dos individuos, mis brazos no caben. La noche promete.

Empiezo probando boca abajo y con los brazos colganderos por delante, pero al rato el cuello duele. Me giro boca arriba y meto las manos bajo el culo, a ver que tal, pero en breve se me empiezan a dormir los brazos, no circula la sangre. Girando y girando transcurre la noche, con el molesto tintineo de unas cremalleritas movidas por el viento.

Llega la mañana

Suenan los móviles-despertadores, porque son las 7 de la mañana. La espalda me ha quedado como una interrogante y no sé si es la altura o las pocas horas de sueño las que me dan un leve dolor de cabeza. Pero oye, que mola mucho esto de salir por la montaña...

Después de comprobar que me ha explotado la mousse de chocolate, desayunamos fuerte, y varios rememoramos el verdadero significado de "cagar en el monte".

Preparamos las mochilas para pasar 2 dias caminando por la montaña. Mi esterilla, la muy condenada, ocupa demasiado toda enrollada.

Camino al Veleta.



El Veleta parece ser esa montañica que forma el logo del agua de Lanjarón, y se encuentra a 3.400 metros de altura aproximadamente.
Nosotros empezamos a caminar bastante más abajo, desde lo que parece el fin de las pistas de esquí de Sierra Nevada.

Cargaditos de provisiones y el saco de dormir, empezamos a subir por una senda que tira todo para arriba hacia el famoso pico. Por el camino nos iremos encontrando entre otros, con la Virgen de las Nieves, la parábólica del planeta Hoth y un par de perros que se han perdido.

La montaña está mas pelada que mi cuenta corriente, y la fauna y la flora son muy escasas. Las plantas están como si las hubieran chafado - yo aplasto una que estaba creciendo hacia arriba, la muy lista -.

Lo más frustrante de la travesía, es comprobar cómo por una carretera serpenteante, suben bicicletas, corredores y autobuses llenos de turistas.

Después de unas 3 horitas llegamos a la cima del Veleta. Allí está petado de turistas - los muy cabrones han subido en autobús casi todo el recorrido - , caminantes como nosotros y algún ciclista.

Prueba superada: la sangre aún nos llega al cerebro. Nos hacemos unas fotos con las camisetas de les Senilleres y a por la siguiente cima, el Mulhacén.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Gire a la derecha cuando sea posible.



Esta frase del título la habrá oido Mariano Rajoy en más de una ocasión, pero no es el caso que nos ocupa.

Qué magnífico invento lo del GPS para viajar. Hay que ver. Pegas la ventosa del soporte al parabrisas del coche, colocas el GPS, y le dices a donde quieres ir. Tan fácil como hecer eso, para que el aparatito te “lleve a tu destino”.

El GPS este, al principio chana, es verdad. Al principio oyes una dulce voz que te indica con delicadeza, qué es lo que tienes que hacer en cada momento.
Pero ni con la experiencia que tenemos con los dichosos ordenadores, y sus múltiples perrerías, somos capaces de sospechar la que se nos avecina.

Sucede que te dispones a volver a casa - después de casi soltar el hígado en una carrera de esas repleta de subidas empinadas y bajadas a tumba abierta -, programas el GPS y Let’s Go!!
Pero en breve, esa dulce voz, empieza a caerte gorda. Y te queda almenos hora y media de viaje de vuelta.

Esa voz te suena cada vez más robótica, se notan los cortes de voz empalmados en los que se basa. “En. La. Siguiente. Rotonda. Coja. La Segunda. Salida.”

Lo peor, queda por llegar. La Ley de Murphy está para algo, y esta se cumple más que la propia Constitución Española. El momento llega cuando te encuentras en un tramo en obras de la circumvalación de turno. Miras el GPS y en la pantallita, el cursor que indica la posición de tu coche, queda fuera de la carretera, como si estuvieras haciendo campo a través.

Y qué casualidad mas casual, que es justo en un lugar que no conoces de nada y te acabas de encomendar a ciegas ese prodigioso chisme. En un principio, sigues simplemente circulado todo recto por la carretera, esperando sugerencias de esa - cada vez menos soprtable- voz grabada. Pero se hace el silencio y tu coche sigue circulando fuera de pista. De repente acude al rescate la voz y te suelta:“Siga.Por.La.Derecha.Y.Gire.A.La.Izquieda.”

Piensas: ¿Comool? ¿O sigo por la derecha, o giro a la izquierda?…Aunque de alguna manera sigues sus instrucciones.Te pones un segundo en el carril derecho y zás te metes por la izquierda.
El GPS, no tarda en dar señales de que te has equivocado. La flecha que indica el recorrido se vuelve del revés y la voz te exclama: “Gire.Cuando.Sea.Posibleee.”

Bien, vale, vamos pa lante de momento. Te sales de la carretera en cuanto puedes, y te pones a obedecer al GPS. Algo te resulta familiar y caes en la cuernta de que por allí habías pasado hace cinco minutos. En fin vamos a estar atentos esta vez…La tensión se empieza a cortar, cuando te acercas de nuevo a tu “triágulo de las Bermudas” particular, donde te perdiste hace un momento. La idea ahora es hacer lo contrario de antes. Llegado el momento la voz del GPS de nuevo te suelta “Siga. Por. La Derecha. Y. Gire. A. La Izquiedaaaa”. Por dentro piensas: “Tu Puta Madre!!”. Y sigues todo recto.

Pero el GPS te empieza a indicar que te has vuelto a equivocar. “Gire. Cuando.Sea.Posibleee.”. Tu ya piensas que esto no va a acabar en amistad y empiezas a fiarte solo de los paneles de la carretera. Así, la mejor opción, es meterte en un pueblo que conoces y dejar la maldita carretera de circumvalación. Allí sólo hay que buscar indicaciones de otras poblaciones. Ahí está, - ¡Dios existe! - . A la derecha, GANDIA 45. Ok ya está claro.

Sigues la señal y cuando todo parece controlado se oye: “Dé la vuelta.Cuando.Sea.Posibleeee”. No es posible, pero si vas bien. Y convencido piensas - yo giro cuando me pasa por los...
Sigues viendo las señales a lo largo del trayecto, GANDIA 42, GANDIA 40,…¿Vamos bien, no? La voz del GPS te suelta, “En.Seis.Kilometros.Coja.La.Rotondaaaa.” Piensas que ha entrado en razón por fin.

Cojes la rotonda, y la salida que pone GANDIA 34. Todo ha salido bien al fin.
Miras el GPS y pero el cursor de nuevo marcha por fuera de la carretera y se oye – por útima vez antes de que lo apagues - “Dé la vuelta.Cuando.Sea.Posibleeee”

martes, 17 de febrero de 2009

La Carrera de los Enamorados














Después de cierto descanso en esto de las carreras - el frío y el mal tiempo han ayudado bastante -, ya era hora de reengancharse un poco a este mundillo de las carreras populares. Lo de los Porrats está bien, pero no es lo mismo.

Y no hay nada como una carrerita de un pueblo cercano, para romper el hielo.
Esta carrera traía además otro aliciente, ese que anunciaba su cartel: Trofeu San Valentí.

Desde luego ir con tu pareja, y llamarte Valentín, debe ser una fiesta. En cambio sin llamarse Valentín, y que lo de la pareja sea una utopía, pues el dia igual se te atraganta...Pues eso, el único consuelo que te queda es el recurso fácil: "mirar a ver quién está emparejado con quién". Marujeo simple y llano.

Por lo que recuerdo, todo empezó una tarde de sábado sobre las 16h, unos macarrones receta estudiante en el estómago y pocas ganas de hacer nada. El Sarvatxo se presenta en casa todo inquieto como es él.

Nos subimos al Senimóbil - esa Volkswagen California que nos lleva a multitud de carreras -, con parada en casa de la Cabreta y el Cabronet. Allí también nos espera la Marmoteta, que esta vez también se anima.

Tomamos rumbo a La Font D’Encarròs – pueblo en el que tienen fama de “cabuts” sus habitantes – y de camino nos llevamos el primer susto. Un motorista kamikaze se cuela en una rotonda, y por poco no acaba atropellado bajo nuestro vehículo. Más susto nos llevamos cuando nos percatamos de su identidad. Pero para sustos, el adelantamiento que nos hace en un cambio de rasante o cuando nos pica el cristal de la ventanilla, pasándonos de nuevo por el arcén. Yo ya no temo al motorista fantasma, os lo aseguro.

Llegamos al pueblo de la carrera y tras una odisea para aparcar, nos dirigimos a la linea de salida.

Este año parece que hay mucha más gente que el año pasado, y se nota que esto de las carreras está en auge.
Con tanta gente, cuesta hasta cotillear. Cuesta ver si hay alguna corredora de buen ver y más saber si está libre. Es imposible saber si Bobo Joe ha venido y se besará en la meta con su chica, o si Españeta se ha recogido por fín.

Sin tiempo para resolver estas dudas – tras los últimos chascarrillos con los hermanos graueros - , con un ligero retraso, se dá la salida y empezamos a correr.

Como buenos senilleros, empezamos metidos en medio de la manada, dejándonos llevar por ese ritmo y sin prisas, ya que no tenemos nada que hacer después.

Acompaño a la Marmoteta – que ha mejorado bastante – y el Sarvatxo viene haciendo la goma entre nosotros y la pareja – hoy sí, ya que es el día – que forman la Cabreta y el Cabronet, que andan algo más adelante.

Hoy se palpa en el ambiente el tema de las parejitas y el San Valentín.

Para mí es un día para desengrasar un poco las piernas y la verdad es que no puedo resistirme a empezar a saltar conos, señales y charcos. El Sarvatxo, sólo Dios sabe lo que acabaría haciendo. Yo le ví saltando por un margen de huerto y empezó a correr por dentro.

Los 10 kilómetros de la carrera se hacen amenos, por lo variado del terreno. Hay ligeras pendientes, bajaditas y hasta algo de gravilla. Lo único malo es que el sol amenaza pronto con esconderse y empieza a hacer rasca.

La Marmoteta tiene fuerzas para un último sprint y cruzamos la meta en unos 57 minutos.

El Cabronet y la Cabreta nos esperan animándonos a que hagamos de pareja ficticia para recoger los regalos que dan hoy a los enamorados. Nos animamos a hacer el teatro, pero cuando vemos hay que darse un pico... Somos los dos libra, y según el Zodiaco, no somos muy decididos. Tras deliberar con el Sarvatxo – excepción que confirma la regla de los Libra – se presenta voluntario para acompañar a la Marmoteta, pero con la mala suerte de que el cava se ha terminado.

Así pues, con un par de cactus, y cinco camisetas técnicas color “amarillo atraemosquitos”, nos volvemos pa nuestro pueblo, con la sensación de haber vuelto al circo de las carreras populares.

lunes, 12 de enero de 2009

Kilómetro Vertical Gandía.

PARTE I

Son las 7:30 de la mañana y me despierto escuchando I Got You Babe de Cher y Sonny– es que hoy con los móviles te pones la canción que quieres – y no tengo nada de ganas de levantarme – igual que Bill Murray en El Día de La Marmota - , pero es que hoy es la carrera. La carrera de las carreras: el kilómetro vertical que sube al Mondúver.

Ha estado toda la noche lloviendo y la semana ha sido de las más frías que recuerdo. ¿No supenderán la carrera? Bua, que pocas ganaaaaas!!!!

Me levanto así como con resignación y directo a mirar por el balcón. Desde mi casa se puede ver el Mondúver y se vé tapao, tapao, tapao. Ya lo dice el refrán: “quan el Mondúver duu capell…”

Lo siguiente, tomar un desayuno rico en cereales – Muesli, Corn Flakes y un croasán con Nocilla - ¡¿quee taaaal?! .

Empiezo a notar reortijones matutinos, pero no sé si son los nervios o el desayuno que me ha activado el sistema digestivo, que no está puesto a currar tan temprano.

En fin los retortijones desaparecen de un modo que no voy a detallar en este blog.

Seguidamente me empiezo a vestir. Mallas piratas y triple capa de cintura pa arriba – camiseta técnica de manga larga + camiseta de Les Senilleres + chubasquero-paravientos -. En cuanto al calzado, hoy tocan las Adidas voladoras – que empieza a tener todo el mundo -.

Estoy listo y mi paire, aburrido como una ostra a estas horas de la mañana se ofrece a llevarme a la otra punta de Gandía que es de donde sale la carrera.

El tiempo es aciago, y llueve ligeramente, pero allí están, el circo de las carreras de montaña ha desembarcado al lado del barranco de Beniopa. Aquí están, desde el crono a cargo de SomEsport, hasta la tropa de corremontañas de la provincia y alrededores.

Momento para calentar un poquillo, posar para las últimas fotos y conversar con los participantes conocidos y extraños. Aquí te enteras de las últimas noticias, chascarrillos y curiosidades. Desde que tus Adidas se venden más baratas en Lituania, hasta que hay uno que “corre sin talones” – no comment - .

La hora de dar la salida es inminente, pero la organización por megáfono nos advierte de un par de cosas: está granizando en la cima y la salida va a ser neutralizada para sortear el barranco que lleva demasiada agua.

Ponemos el cronómetro a cero y empieza la carrera.

jueves, 21 de agosto de 2008

Aquel reloj de plástico negro.

Hoy en día somos incapaces de pasar un dia sin controlar el tiempo. Y es que nos hace falta saber la hora que és para levantarnos, para empezar a comer, para pensar en irnos a la cama o saber si empieza la serie de moda.

Así pues, el reloj es un objeto importante en nuestras vidas y para los que corremos aún es más.

De todos los relojes que he tenido, hay uno que no olvidaré fácilmente, y no precisamente por los buenos recuerdos que me trae.

La primera vez que lo ví, allí estaba, haciéndose el interesante, en la estantería del DECATHLON. Con ese diseño tan moderno y funcional, y con ese irresistible precio. No pude resistirme y lo compré.

Al principio fue todo muy bonito, como una historia de amor. Creo que nos gustamos mútuamente, desde el primer momento en que nos vimos.

Vale que era todo negro y que no tenía muchas funciones –un simple cronómetro y una discreta alarma-, pero yo soy bastante facilón y me fijo en otras cosas.

Sus dígitos eran grandes y ligeramente curvados que le daban un toque atractivo. Además, tenía esa lucecita de fondo tan sexy…

Lo llevaba puesto a todos los sitios, e incluso lo llevaba antes que algún pulsómetro en etrenamientos y carreras. Hasta lo llevé subiendo a Les Senilleres.

Allí estaba, siempre en mi muñeca izquierda. Ese pequeño cabrón de plástico negro.

Pero como en todas las relaciones de pareja, empezaron a surgir los primeros roces. Por cosas que os pueden parecer tonterías, pero en realidad si empiezas a juntarlas todas…

Para empezar, era muy sensible de botones y el simple hecho de bajarte una manga, era suficiente para que cambiara de modo o se pusiera o en marcha el cronómetro. O esa manía de funcionar al revés de los CASIO – cuando querías parar el crono, se ponía en “split” el jodío -.

Y cuando empecé a ver que yo no era el único que tenía ese modelo, creo que empezó a darme mal rollo nuestra relación. Pero miraba la hora y ahí estaba él. Cuando abría los ojos por la mañana, en el trabajo, corriendo en la montaña, remando en la piragua,…

Llegaba el fin de semana y me lo quitaba, pero era abrir los ojos un lunes, y ahí estaba de nuevo en mi muñeca, informándome que me quedaban sólo cinco minutos para levantarme. "Qué ganas tengo de que sea fin de semana y te deje en el cajón" – pensaba yo -.

Esta relación tenía que acabar. Lo que antes era amor, ahora era odio. Así que decidimos mutuamente seguir sólo como amigos y emprender caminos separados. Él acabó en un estante con otros de mis viejos relojes. Yo, de momento, sigo bien.

miércoles, 30 de julio de 2008

Aquí una Llebre

Hace un par de años no quería saber nada sobre esto de correr. Me parecía algo aburrido, monótono y nada atrayente. Pero hoy por hoy creo que los momentos que más estoy disfrutando son los que me convierto en la Llebre de Les Senilleres.

No sé exactamente como empecé con esto. Supongo que hay veces que necesitas que alguien o algo te rescate de una depresión, de una situación que te agobia o del simple aburrimiento. Y te aferras a lo primero que se cruza por delante.

Así, lo primero que se me puso por delante fueron un Cabronet y un Sarvatxo. Y cuando me llevaron a correr por esas cortas e intensas sendas de montaña, creí estar dando saltos, igual que una liebre se mueve por esos lugares.
Me sentí genial pisando y pasando por tierra, piedras, arcillas o raices de algún arbol o arbusto. Cuando regresé a casa, deseé que aquello no hubiera terminado y las fuerzas me hubieran acompañado durante más tiempo.

Con el tiempo llegaron las primeras carreras populares y de montaña. Y me ví corriendo, subiendo, bajando, sufriendo, disfrutando, riendo y por poco llorando. Por bonitas calles, y otras bastante menos. Por increíbles sendas y por temibles subidas y bajadas de piedra. Corriendo entre multitudes y también solo por el bosque mediterráneo.

Y poco a poco, vas descubriendo que hay algo que te atrae de esto y no estás solo. Porque sueles ver muchas caras que te son familiares con el tiempo. Te los vas encontrando en todos los pueblecillos donde hay una carrera y te alegra saber que ahí están.

Este mundillo es como una fiesta o un circo itinerante que cada fin de semana se traslada. Y allí acuden puntuales los elefantes, los domadores, los leones, los trapecistas y los payasos.

Con todo esto y la idea de salir a devorar distancias con la unica ayuda de unas zapatillas, nació Les Senilleres y la Llebre, que es quien escribe estas líneas.